"Pocos
cambiarán por si mismos el rumbo de la historia, pero cada uno de
nosotros podemos esforzarnos en cambiar una pequeña parte de los
acontecimientos, y la suma de todos estos actos será la historia que
escriba esta generación"
"En
primer lugar está el peligro de la apatía: la creencia de que no
hay nada que un hombre o una mujer puedan hacer en contra los
múltiples males que azotan el mundo. Contra la miseria, contra la
ignorancia, la injusticia o la violencia. Sin embargo, muchos de los
grandes avances del mundo, de pensamiento y de acción, han salido de
la labor de un solo hombre. Un joven monje impulsó la Reforma
protestante, un joven general extendió un imperio desde Macedonia
hasta los con fines de la tierra; y una joven reclamó el territorio
de Francia. Fue un joven explorador italiano quien descu brió el
Nuevo Mundo. Y a sus treinta y dos años de edad, Thomas Jefferson
proclamó “que todos los hombres son creados iguales”. Arquímedes
dijo: «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo».
Estos
hombres cambiaron el mundo, y todos nosotros podemos también. Pocos
cambiarán por si mismos el rumbo de la historia, pero cada uno de
nosotros podemos esforzarnos en cambiar una pequeña parte de los
acontecimientos, y la suma de todos estos actos será la historia que
escriba esta generación. Miles de voluntarios de los Cuerpos de Paz
están marcando la diferencia en aldeas aisladas y en barria das de
decenas de países. Miles de hombres y mujeres desconocidos
resistieron en Europa la ocupación nazi, y muchos murieron, pero
todos contribuyeron hasta el final a la causa de la libertad en sus
países.
Es
en base a innumerables actos de valentía y esperanza como la
historia humana queda escrita. Cada vez que un hombre lucha por un
ideal, o actúa para ayudar a otros, o sed rebela ante injusticia,
está generando una pequeña ola de esperanza, y millones de esas
pequeñas olas, cruzándose entre sí y sumando intensidad forman un
tsunami capaz de derrumbar los más poderosos muros de resistencia y
opresión.
«Si
Atenas te parece grande», dijo Pericles, «considera entonces que
sus glorias fueron alcanzadas por hombres valientes, y por hombres
que aprendieron sus deberes». Ésa es la fuente de toda grandeza en
todas las sociedades, y es la clave para el progreso en nues tro
tiempo.
El
segundo peligro es el del interés personal de quienes dicen que las
esperanzas y las creencias deben ceder ante las necesidades
inmediatas. Naturalmente, si queremos actuar de forma eficaz, debemos
tratar con el mundo tal y como es; tenemos que hacer las cosas. Pero
si hay algo por lo que el presidente Kennedy luchó, y que tocó en
lo más profundo el sentimiento de los jóvenes de todo el mundo, fue
su fe en que el idealismo, las grandes aspiraciones y las pro fundas
convicciones no son incompatibles con la forma más práctica y
eficiente de los programas, su fe en que no hay ninguna
incompatibilidad fundamental entre los ideales y las posibilidades
reales, su fe en que no hay división entre los más profundos deseos
del corazón y la mente, y la aplicación racional del esfuerzo
humano para resolver los problemas de la humanidad. No es realista ni
práctico resolver problemas tomando medidas que no estén guiadas
por objetivos y valores morales, a pesar de que todos conozcamos a
alguien que afirma que sí es posible. A mi juicio, se trata de una
locura irreflexiva, porque no se tienen en cuenta las realidades de
la fe, la pasión y las creencias, fuer zas estas que en última
instancia son más poderosas que todos los cálculos de nuestros
economistas o nuestros generales. Por supuesto, para adherirse a las
nor mas y al idealismo, y para hacer frente a los peligros
inmediatos, se requiere un gran valor y una gran con fianza. Pero
también sabemos que sólo aquellos que se atreven a arriesgar mucho
pueden lograr mucho."
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